jueves, 19 de enero de 2012

Casas viejas, abandonadas

Últimamente, dentro de todas las alternativas que se me ofrecen en lo que respecta a las temáticas sobre qué pintar, me ha asaltado un afán de hacerlo con casas viejas, decrépitas, abandonadas. Sobretodo eso: abandonadas. Hay algo en ellas que ejercen sobre mi un atractivo muy vivo, casi imposible de resistir. Las busco en los barrios desechables de nuestros pueblos antiguos, los que el terremoto perdonó. Los busco al final de la calle larga, polvorienta, donde cruza un canal. Las busco ...

Casa Vieja 1 acuarela 70 x 50 cms
Casas viejas, ojalá fuera de nivel, inclinadas hacia un costado, menesterosas. Me atraen en ellas, sobretodo, las planchas del techo de hojalata acanalada, de colores desvaídos, montadas a caballo unas sobre otras o las tejas musleras caídas, mutiladas, gimientes.

Una solera suelta y colgante, una puerta o ventana faltante o fuera de órbita, o desencajada; un frente de casa sufriente por mantener la vertical, un muro lateral amenazando derrumbarse, apoyado por un tronco o un puntal torcido; un estuco descascarado, mostrando desvergonzadamente sus heridas carcomidas por el tiempo o las termitas, todo ello me fascina. Escucho un ayayai lastimero rebotando contra los cerros y me entran unas ganas tremendas de pintar eso. Me encanta ese muro verde sucio y al frente uno colorado. Nada que ver. Me entienden? Es como si me faltara el tiempo.

Casa Vieja 2 Acuarela 70 x 50 cms
Ahora, porque eso? Porqué ese atractivo que me produce el descaecimiento, que a más de alguno le parecerá un sentimiento mórbido y decadente? No lo se, pero en verdad despierta en mi un estado de ánimo de mucha compasión y simpatía. Detengo mi vista en ellas un largo rato y comienzo a sentirlas como el viejo adobe se estremece y vibra, como si quisiera comunicarme algo que está muy vivo. Será que sus habitantes de antaño aun viven en ellas? Un poco más de atención y de pronto aparece ahí, tras esa vieja puerta entreabierta por el tiempo, una anciana que desgrana una coronta de choclos, sentada en un pisito de paja, en tanto en la ventana de arriba, que también falta, un hombre, su marido, mira el horizonte, esperando que el día muera para irse a dormir a su cama, mientras chupa un cigarro despuntado que le llena de humo su viejo rostro arrugado. O será que talvés vivió en ella, una generación anterior, la madre de esa anciana, hoy convertida en una mujer joven, con su piel tersa y su cuerpo turgente, esperando al marido que regrese del trabajo, para irse a revolcar con él un rato, o talvés regañarle la albahaca que ella le había encargado para la cena. Talvés ...
O talvés hubo ahí muchas fiestas o celebraciones, que estremecieron sus paredes, en tanto por sus puertas y ventanas abiertas explotaban a borbotones hacia la noche estrellada, las risas y los encantos. Talvés ...

Casa Vieja 3 Acuarela 70 x 50 cms
Hay tantas historias escritas en esos viejos muros. Cuantas inclemencias la han asaltado? Cuantas lluvias han azotado sus adobes desnudos? Cuanto sol ha tratado de quebrarle la testuz? Cuantos temblores sus estructuras? Pero ahí está ella. Digna y dolorida. Con su pelo desgreñado, sus hombros caídos, sus brazos colgantes, sus ojeras.

No deberían botarlas nunca, esas casas viejas. Deberían quedar ahí, siempre, en alguna esquina, como un fiel espejo de la humanidad.

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